Ian Newton, profesor de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y uno de los más destacados expertos internacionales en el estudio de la migración de aves, confirmó ayer en su intervención en el II Congreso Internacional sobre Migración de Aves y Cambio Climático que «los cambios migratorios se están produciendo a una sorprendente velocidad». A escala evolutiva, estas alteraciones se producían de forma natural en periodos dilatados de tiempo -siglos e incluso milenios- y actualmente están teniendo lugar en decenios.
Estos cambios en la migración de las aves suponen un nuevo reto para la conservación de las especies y obligará a establecer pautas de conservación más dinámicas que las actuales. La invernada de muchas especies de aves, como el águila culebrera, la calzada o la cigüeña blanca, entre otras, que hasta ahora se producían en África, tienden actualmente a situarse en el sur de la Península Ibérica, lo que conlleva nuevas responsabilidades de conservación.
El Congreso ha profundizado también en los denominados «embudos migratorios», lugares como el Estrecho de Gibraltar que concentra una parte importante de las aves migratorias de Europa; se estima que atraviesan el Estrecho más de treinta millones de aves de 380 especies diferentes todos los años, de las que aproximadamente 500.000 son rapaces, según los últimos datos de la Fundación Migres. La importancia estratégica de estos lugares reside en su condición de termómetros para medir los cambios en las poblaciones y en los patrones de migración que se están produciendo en estas aves.
Otro comportamiento
De igual manera, se ha debatido intensamente sobre los cambios que han sido observados en las aves como respuesta a los cambios globales inducidos por la actividad humana: las migraciones de las aves son más cortas y cada vez llegan antes a las zonas de cría. En este sentido, se ha analizado si las alteraciones son meramente de comportamiento o son más profundas y responden a cambios de carácter genético, en cuyo caso estaríamos ante una modificación evolutiva.
Estudiar la respuesta de las aves migratorias ante los efectos del cambio climático es posible gracias a dispositivos de última tecnología que permiten conocer, entre otros muchos aspectos, el ritmo cardiaco de los individuos durante las migraciones.
Por medio de tecnología satelital, se ha podido seguir la migración de varios ejemplares de aguja colinegra -un ave limícola semejante a una pequeña zancuda de aproximadamente doscientos gramos de peso- en su trayectoria desde Alaska a Nueva Zelanda, atravesando el Océano Pacífico en un vuelo sin paradas de una semana de duración, durante el que recorre 17.500 kilómetros. Así, por primera vez, se ha podido conocer con absoluta precisión la ruta seguida y su impresionante capacidad de vuelo y navegación.
Igualmente, con los geolocalizadores -posicionamiento geográfico a través de la intensidad lumínica que detectan los sensores de las aves- se ha obtenido nueva información de las zonas de invernada en África de, entre otras especies, el cernícalo primilla. Gracias a este dispositivo, de un gramo de peso y que lleva incorporado un reloj que indica la longitud y latitud en las que se encuentra el ave, se ha comprobado que los ejemplares marcados tenían como destino el mayor dormidero de cernícalos primilla del mundo, situado en Senegal, donde se concentran 30.000 ejemplares de la especie, el equivalente a toda la población estimada de Europa. Hasta ahora, África ha sido un continente del que los expertos tenían muy poca información.
Fuente: Sur.es
Fuente: Sur.es
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